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El podcast que están escuchando pertenece a una serie centrada en el informe Combatir la pobreza y la desigualdad elaborado por el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social. Un minucioso análisis de las razones y las dinámicas de la persistencia de la pobreza en el mundo que presenta, a su vez, una variedad de políticas y medidas institucionales para aliviarla.
En la primera década del siglo XXI el 60 por ciento de los conflictos tenía un componente étnico, cincuenta años atrás sólo el 15 por ciento. La violencia es la manifestación más extrema del fracaso en la reducción de diferencias entre grupos. Pone en peligro la vida de las personas y el crecimiento de los países. Más allá del idioma, la religión, la cultura, o la historia compartida, la etnia es un concepto difícil de concretar. Tiene mucho de autoidentificación, un proceso inherente al ser humano. Esta dimensión, sin embargo, a menudo es excluida de las mediciones de desigualdad.
La discriminación entre grupos suele reflejarse en múltiples ámbitos: el político, el económico, el cultural y también el regional. Distinto clima o condiciones geográficas, diferente dotación de recursos naturales, aprovechamiento de economías de escala, mayor o menor apertura al comercio internacional... son algunos de los factores que contribuyen a un desigual desarrollo de los territorios.
Frecuentes en las primeras etapas del desarrollo, las diferencias regionales acostumbran a aparecer en la transición de la agricultura a la industria, pero se reducen con el tiempo por el agotamiento de las áreas inicialmente beneficiadas o la transferencia de tecnología y conocimiento. Cuando estas diferencias coinciden con la distribución de la población por etnias, el mapa regional de favorecidos y desfavorecidos se dibuja con nitidez. La dinámica es distinta cuando los grupos son dispersos.
Las desigualdades étnicas, a menudo tienen su origen en los llamados shocks fundacionales: el colonialismo, la esclavitud, el apartheid... Impactos históricamente relevantes que marcan la pauta de desarrollo de los países generando diferencias que se mantendrán a lo largo del tiempo. Que un grupo haya sido marginado en determinado momento dificulta su capacidad de acumular activos para el futuro. La falta de una buena educación impide la obtención de un mejor empleo, el ingreso o la cultura también marcan las relaciones sociales, y quienes son privados social y económicamente a menudo carecen de poder político. De este modo, los grupos privilegiados desde un comienzo acumulan más, tienen mayores ganancias y mantienen sus privilegios, mientras los desfavorecidos caen en una relativa trampa de pobreza.
En los últimos cincuenta años, grupos étnicos inicialmente marginados han visto mejorar sus condiciones de vida gracias a las políticas redistributivas. Tanto en economías agrícolas, como Ghana y Côte d’Ivoire, en aquellas que se estaban industrializando, como Malasia e Indonesia, o en las que habiendo conseguido importantes logros en industria mantenían grandes bolsas de población excluida como Brasil. Un país, este último, que se ha convertido en símbolo de la acción afirmativa dirigida sobre todo a la población negra.
Pero acciones afirmativas, o políticas de discriminación positiva, se han implementado en países tan diversos como Namibia o Estados Unidos, porque las desigualdades étnicas no son sólo un problema de países pobres. Las acciones afirmativas imponen fuertes costes a la economía pero corrigen el efecto excluyente de políticas anteriores. Los casos de Malasia, Sudáfrica o Brasil demuestran que no están reñidas con el crecimiento. En Irlanda, la eliminación de desigualdades entre protestantes y católicos contribuyó incluso al proceso de paz.
Se trata de medidas directas que funcionan mejor cuando se dirigen a ambos extremos de la curva de distribución y mientras crece la economía. En épocas de recesión el resultado es incierto porque al ser políticas sin límite en el tiempo pueden generar frustración y rechazo entre quienes no se benefician de ellas.
Frente a la acción afirmativa están los programas universales; políticas indirectas para reducir la pobreza al margen de la etnia, aunque podrían quedarse cortas si un grupo es discriminado en más de un ámbito. Las leyes anti-discriminación y las estrategias de desarrollo regional forman parte de este enfoque para reducir desigualdades.
Optar por una u otra medida es en definitiva una decisión política. Sin inclusión política hay pocas opciones de diseñar medidas de corrección efectivas para los grupos en desventaja. Sistemas de votación preferencial donde los candidatos deban ganar la confianza de todos los electores más allá de la etnia o acuerdos para compartir el poder también con los partidos de base étnica son potentes instrumentos para impulsar esta inclusión.
También los sindicatos, asociaciones profesionales y organizaciones civiles pueden contribuir a unas reformas institucionales que en cualquier caso deberían basarse en los principios de ciudadanía universal donde las personas sean libres de establecerse y trabajar en cualquier lugar del territorio nacional, y donde una gama de derechos de ciudadanía se aplique a todo el mundo por igual.
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