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Economía Social Solidaria: Un Camino hacia un Modelo de Desarrollo Alternativo?

2 Oct 2013


Economía Social Solidaria: Un Camino hacia un Modelo de Desarrollo Alternativo?
El autor es el Director Adjunto (2013) del Instituto de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD). Las opiniones expuestas en este artículo no son necesariamente las de UNRISD. Este artículo está parcialmente basado en el original en inglés de Social and Solidarity Economy: A Pathway to Sustainable Development?

Más allá del desarrollo sostenible


En los últimos años se ha generado una mayor conciencia sobre las contradicciones sociales y medioambientales que acompañan los procesos de desarrollo en contextos de la liberalización y la globalización económica. En respuesta a los problemas globales de empleo precario, constante pobreza, creciente desigualdad y el cambio climático, la comunidad internacional está poniendo cada vez mayor atención al concepto de desarrollo sostenible. Aunque se ha incrementado la visibilidad de ciertas políticas públicas, programas y reglamentaciones sociales y medioambientales, no ha habido grandes cambios en la política económica y el modelo de crecimiento, sólo en aquellos relacionados con políticas de austeridad en contextos de crisis económica. Este rumbo económico es incapaz de generar pleno empleo y de contrarrestar el empleo precario o las tendencias de crecimiento de la economía informal.

Aunque los ajustes en la política social y medioambiental pueden tener algunos impactos positivos, por otro lado tienden a ignorar otras dimensiones claves del desarrollo social. Estas incluyen las condiciones de la reproducción social, en particular aquellas relacionadas con la economía del cuidado que impactan de forma importante a las mujeres y las relaciones de género, así como aspectos socio-políticos que tienen que ver con el empoderamiento –no solamente económico sino también político– de los grupos marginalizados. Un enfoque más integral que tiene en cuenta estos aspectos asume que el desarrollo no solamente tiene que ser un proceso económicamente dinámico, socialmente protector y respetuoso con el medio ambiente, sino también justo y emancipador. También debe estar basado en relaciones de poder que permitan a los grupos marginalizados tener voz y mayor capacidad de incidencia a través de prácticas de democracia participativa que permitan contrarrestar las tendencias verticalistas y opacas del poder estatal.

Aprendiendo de la historia


¿Qué formas o arreglos organizativos e institucionales son favorables para este enfoque integral? La historia política e institucional del siglo XX nos enseña que el rol de los Estados, tanto desarrollistas como del bienestar, así como la acción colectiva de parte de trabajadores organizados y campesinos, fueron claves para asegurar que los mercados y las grandes corporaciones actuaran dentro de normas sociales aceptables. La acción colectiva se llevó a cabo tanto en el interior de las empresas (a través de la negociación colectiva, la libertad de asociación y el derecho a la huelga) como fuera de ellas por vía de la organización y movilización (a través de movimientos laborales y campesinos, acciones de protesta, incidencia, el voto) y de los vínculos con partidos políticos. En algunos países se logró llegar a un pacto social entre la clase trabajadora y las élites económicas dónde principios y prácticas (eficiencia/productividad, equidad/protección social, incidencia/participación) de alguna manera se complementaban. Bajo este modelo, el gran capital aceptó hasta cierto punto –por los menos en algunos países del norte– los principios y las prácticas del llamado trabajo decente.

No obstante, este modelo de ‘liberalismo arraigado’ no se preocupó mucho por la cuestión medioambiental y la situación de la mujer. Promovió un modelo de industrialización y consumo que degradó el planeta y generó empleo remunerado principalmente para los hombres. En los países del norte, el rol de la mujer se centró en la casa y en el cuidado de la familia, al menos hasta la entrada en vigor de la política neoliberal después de la década de los 70s, cuando se buscó “flexibilizar” el mercado laboral pero sin preocuparse por la carga de la doble jornada (trabajo pagado y el cuidado del hogar).

El reto al que nos que enfrentamos hoy tiene cuatro ejes. En primer lugar, cómo promover el desarrollo sostenible a nivel micro de organizaciones y empresas económicas en contextos de flexibilización del mercado laboral y la expansión de la economía popular. Segundo, cómo ampliar el concepto de desarrollo integral para incluir no solamente aspectos económicos, sociales y políticos, sino también aquellos relacionados con la protección del medio ambiente y la equidad de género. Tercero, cómo las y los pequeños productores y trabajadores pueden organizarse de manera colectiva no solamente a nivel de sindicatos en la economía formal y en las grandes empresas, sino también a nivel de la economía popular, incluyendo cooperativas. Y cuarto, cómo pueden organizarse no solamente a nivel local, sino también como un movimiento que puede incidir en la política en múltiples escalas (municipal, nacional, regional y global) (Bullard y Müller 2012).

Reformas de tendencia liberal


¿De qué manera los gobiernos y organismos internacionales que tienen conciencia de esta problemática están respondiendo? Mientras el concepto y las políticas de trabajo decente siguen siendo una pauta importante dentro del sector formal de la economía, en años recientes han surgido otros enfoques. Éstos se centran en una agenda que abarca varios aspectos: protección social (políticas y programas que pretenden apoyar a los más pobres), promoción de emprendedores, mayor apoyo a las pequeña y mediana empresa, empoderamiento económico de mujeres y pequeños productores, responsabilidad social empresarial, integración de productores y comunidades en cadenas globales de valor, y promoción de la “economía verde” (que explícitamente vincula objetivos de crecimiento económico, generación de empleo y protección medioambiental).

Aunque cada una de estas medidas puede generar beneficios económicos, sociales y medioambientales, este enfoque no es suficiente para impulsar procesos de desarrollo integral. Sólo añade ‘unas cuantas gotas’ a la parte social y/o medioambiental, e ignora las dimensiones políticas (de poder), mencionadas anteriormente, así como otros aspectos como los patrones de consumo (Jackson 2011). Las políticas públicas de desarrollo socio-económico a veces priorizan el empoderamiento del individuo, sobre todo de mujeres y pequeños productores agrícolas, con el objetivo de convertir a productores de bienes y servicios (de la llamada economía informal) en emprendedores, trabajadores del sector formal o consumidores e integrarlos en cadenas globales de valor. Las dimensiones socio-políticas se diluyen y tienden a reducirse a algo llamado ‘participación’, pero éstas no son más que prácticas de consulta con determinadas partes interesadas. Bajo este esquema, la participación pierde su verdadero sentido colectivo de organización y movilización social que permite a grupos marginalizados a incidir en procesos de toma de decisiones que afectan a su vida así como también de reforzar la capacidad de esos grupos de reivindicar sus demandas con actores e instituciones poderosas (Utting 2012).

La Economía Social y Solidaria


Aparte de esta perspectiva liberal existe otro enfoque alternativo que está resurgiendo en muchas economías, sociedades y foros de la sociedad civil. Se refiere a la llamada Economía Social o Economía Solidaria (ESS). Esta economía se basa en organizaciones y empresas que tienen un doble propósito – económico y social (y a menudo medioambiental), que producen bienes y servicios bajo principios y prácticas de cooperación, asociación, solidaridad y de satisfacción de las necesidades básicas. Éstas incluyen no solamente formas tradicionales de organización cooperativas o sociedades mutuales (por ejemplo de salud), sino también asociaciones de trabajadores por cuenta propia, organizaciones y redes de comercio justo y de consumidores ‘éticos’, grupos de mujeres de auto-ayuda, empresas sociales, iniciativas comunitarias forestales, ONGs que comienzan a generar ingresos a través de actividades económicas, e iniciativas financieras comunitarias (Fonteneau et al. 2011).

A pesar de algunas diferencias de enfoque de estas organizaciones, el concepto de ‘Economía Social Solidaria’ se utiliza cada vez más a nivel mundial para reflejar esta nueva realidad. La ESS abarca organizaciones y empresas que realizan actividades económicas de producción e intercambio de bienes y mercancías con el objetivo explícito de i) satisfacer necesidades de sus socios/as y demandas sociales e ii) implementar principios y prácticas de cooperación, asociación, solidaridad, autogestión y participación. Un rasgo importante de la ESS no es solamente el hecho de que trabajadores y productores individuales se están asociando colectivamente, sino también de que se están organizando y movilizando en redes, asociaciones y movimientos en escalas múltiples, es decir a nivel local, nacional, regional y global.

Este resurgimiento se está produciendo en contextos de creciente empleo precario y múltiples crisis (económicas, alimentarias, medioambiental etc.) así como de nuevas oportunidades y formas de expresión cultural, intercambio social y emancipación. La comunidad internacional, preocupada por la reducción de la pobreza, la desigualdad social y el desarrollo sostenible, debe de tomar más en serio la ESS y apoyar políticas que favorezcan sus objetivos económicos, sociales, medioambientales y de emancipación.

Las ventajas económicas, sociales y políticas de la acción colectiva y de la solidaridad de la ESS ya están bien planteadas en la literatura sobre el tema (Barkin y Lemus 2011, Cattani et al. 2009, Coraggio 2011, Defourny et al. 2009, Heyer et al. 2002, Fonteneau et al. 2011, Laville 2010, Núñez 1996, Sousa Santos 2007). Éstas incluyen las siguientes: primero, la acción colectiva permite a los trabajadores, productores y consumidores mayor capacidad de movilizar recursos, recibir capacitación, reducir costos, acceder y competir bajo mejores términos en el mercado. Por ejemplo, economías de escala, mayor poder de negociación económica, mejor acceso a la información sobre precios y mercados y la posibilidad de agregar valor a través del procesamiento o la integración vertical. En segundo lugar, la acción colectiva permite mayor capacidad de incidencia y negociación con organismos e instituciones gubernamentales, donantes y de la sociedad civil. Finalmente, la acción colectiva permite una mayor capacidad de ayudar a otros a través de la solidaridad. La literatura que resalta la importancia de la ‘desmercantilización’ (Vail 2010), indica otras ventajas que tienen que ver con la protección social, la protección de los bienes comunes, y la satisfacción de necesidades básicas. Pero como señala Nancy Fraser (2012), hay que evitar de los objetivos relacionados con la emancipación (de género y etnicidad).

Algunas tensiones a tener en cuenta


En teoría, la ESS aporta múltiples beneficios, pero en la práctica pueden surgir muchas tensiones entre los diferentes objetivos, sobre todo cuando hay intentos de expandir el tamaño de organizaciones y redes. De hecho existe la tendencia de romantizar el fenómeno de la ESS e ignorar varias tensiones que pueden afectar su crecimiento y calidad. Esto se da tanto en la literatura académica como a nivel de incidencia. En la práctica, la ESS tiene relaciones con el mercado, la empresa privada, el Estado y la economía informal (Coraggio 2010). Estas relaciones generan tensiones de diferentes índoles. Además, las organizaciones de la ESS se insertan en sociedades en las que se dan el patriarcado, el racismo y otras relaciones sociales injustas y esto puede influir en el comportamiento de la ESS. Un problema clave se relaciona también con el tema de la confianza o el llamado ‘capital social’: la cohesión social, la cooperación y la solidaridad a nivel de organizaciones y empresas de la ESS dependen en gran parte de relaciones de confianza entre sus miembros. Estas relaciones a menudo se diluyen cuando aumenta el tamaño de la organizaciones, empresas y redes. Otro reto en lo que a acción política se refiere es cómo ir más allá de la acción colectiva a nivel local y crear redes y alianzas en múltiples escalas (local, departamental, nacionales, regional y global). Esto es importante y necesario para que la ESS pueda incidir realmente en la política nacional e internacional.

Algunas de estas tensiones se han observado en países tan diferentes como Argentina, la India, Filipinas, Nicaragua y Venezuela, dónde:
  • La voluntad de parte del Estado de apoyar a la ESS existe pero faltan capacidad y recursos para implementar programas, o se diseñan las medidas de apoyo desde arriba sin la participación activa de legítimos representantes de la ESS;
  • El apoyo estatal está sesgado hacia ciertos objetivos o tipos de organización (como por ejemplo la promoción de la empresa social y el microcrédito) y puede restringir la autonomía e independencia de la ESS;
  • La voluntad gubernamental se relaciona con el partido en el poder, y no se institucionaliza para
  • sobrevivir el cambio político;
  • Surgen divisiones en el interior de las redes de la ESS, fragmentando así el movimiento, como ha ocurrido por ejemplo en el caso del comercio justo a nivel internacional;
  • A medida que determinadas organizaciones o iniciativas crecen la dinámica “del buen
  • funcionamiento”, es decir la confianza entre los miembros, puede perderse. Es el caso, por ejemplo, del ‘trueque’ en Argentina;
  • La organización colectiva se queda a nivel local o micro y no se reproduce a otras escalas, caso por ejemplo de muchas grupos de autoayuda de mujeres o el microcrédito;
  • La integración de organizaciones de la ESS en el mercado genera presiones a favor de la competitividad y esto contradice los esfuerzos de la ESS para priorizar objetivos sociales y medioambientales, como ha pasado con varias cooperativas;
  • Las mujeres son vistas como simples beneficiarias en vez de sujetos empoderados, su participación en las organizaciones de la ESS implica mayor carga de trabajo y sus posiciones constituyen la mayoría de los miembros.

Hacia adelante


Este resumen breve sobre el potencial y las limitantes de la ESS puede generar las siguientes reflexiones:

1. A nivel de la política gubernamental y de las agencias de desarrollo, la ESS tiene que recibir mucho más atención y apoyo del que ha recibido en las últimas décadas. Esto se vuelve muy evidente en un contexto como el actual, dónde se ha generado un amplio consenso sobre la necesidad de “repensar el desarrollo” en contextos de crisis, empleo precario y cambio climático.
2. La ESS no es solamente una posible respuesta a la problemática social que surge con la flexibilización del mercado laboral, sino también la que surge cuando el modelo industrial es incapaz de absorber trabajadores de la economía informal urbana y rural.
3. La ESS merece mayor atención y apoyo como un modelo que puede generar mayor seguridad ante choques externos relacionados con las crisis financieras y alimentarias recurrentes. Si insertamos también el cambio climático en este cuadro de vulnerabilidad, la ESS apunta hacia modelos de producción y consumo menos dañinos para el planeta.
4. El resurgimiento de la ESS en la época actual y la incidencia en torno a este proyecto está generando un nuevo movimiento social que está ganando impulso en varios países y a nivel mundial. La acción colectiva y la incidencia en múltiples escalas así como una política de alianzas a favor de la ESS (Agarwal 2010) se vuelven claves para minimizar las tensiones, señaladas arriba, que pueden surgir a nivel de la política gubernamental.

Tanto la teoría como la práctica de la ESS contienen lecciones importantes para la clase política. A pesar de experiencias positivas en países como Brasil y Ecuador, muchos gobiernos y agencias de desarrollo no han otorgado la atención suficiente a este enfoque de desarrollo alternativo. Repensar la política significa ampliar las prioridades que tienden a orientar las políticas de desarrollo. Aún en el caso de gobiernos que han dado un giro social, hay que contrarrestar las posibles tendencias a enfocar solamente el empoderamiento económico de individuos en lugar de la acción colectiva; de promover el empoderamiento económico y no fomentar condiciones para el empoderamiento político; y de promover algunas medidas de protección social sin preocuparse realmente por las crecientes desigualdades.

Bilbliografía


Agarwal, Bina. 2010. Gender and Green Governance. Oxford University Press, Oxford.

Barkin, David y Blanca Lemus, 2011, “La Economía Ecológica y Solidaria: Una propuesta frente a nuestra crisis”, Sustentabilidades No. 5.

Bullard, Nicola y Tadzio Müller. 2012. “Beyond the Green Economy: System change, not climate change?” Development, Vol. 55, No.1, pp. 54-62.

Cattani D., Coraggio J.L. y J.L Laville. 2009. Diccionario de la Otra Economía. Clacso/UNGS, Buenos Aires.

Coraggio, José Luis. 2011. Economía Social y Solidaria. El trabajo antes que el capital. Abya Yala, Quito. Defourny, J., Develtere P., Fonteneau B. and M. Nyssens. 2009. The Worldwide Making of the Social Economy. Acco, Leuven/Den Haag.

Fonteneau, B. et al. 2011. Social and Solidarity Economy: Our common road towards Decent Work. ILO, Geneva.

Fraser, Nancy. 2012. Can society be commodities all the way down? Polanyian reflections on capitalist crisis, Fondation Maison des Sciences de l’Homme Working Paper Series No.18, FMSHWP-2012-18, August.

Heyer, Judith, Frances Stewart and Rosemary Thorp (eds.). 2002. Group Behaviour and Development: Is the Market Destroying Cooperation? Oxford University Press, Oxford.

Jackson, Tim. 2011. Prosperity Without Growth: Economics Practices and Institutions for a Finite Planet. Earthscan, London.

Laville, Jean-Louis. 2010. Politique de l’association. Éditions du Seuil, Paris.

Núñez, Orlando. 1996, “La economía solidaria asociativa y autogestionaria”, CIPRES, Managua.

Sousa Santos, Boaventura de (ed.), 2007, Another Production is Possible: Beyond the Capitalist Canon. Verso. London

Utting, Peter. 2012. The Challenge of Political Empowerment. http://www.unrisd.org/news/utting-empowerment

Vail, John. 2010. “Decommodification and Egalitarian Political Economy.” Politics and Society, Vol. 38, No. 3, pp. 310-346.

 

 

This article reflects the views of the author(s) and does not necessarily represent those of the United Nations Research Institute for Social Development.