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El autor es el Director Adjunto (2013) del Instituto de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD). Las opiniones expuestas en este artículo no son necesariamente las de UNRISD. Este artículo está parcialmente basado en el original en inglés de
 Social and Solidarity Economy: A Pathway to Sustainable Development?
Más allá del desarrollo sostenible
En los últimos años se ha generado una mayor conciencia sobre las contradicciones sociales y medioambientales que acompañan los procesos de desarrollo en contextos de la liberalización y la globalización económica. En respuesta a los problemas globales de empleo precario, constante pobreza, creciente desigualdad y el cambio climático, la comunidad internacional está poniendo cada vez mayor atención  al  concepto  de  desarrollo  sostenible.  Aunque  se  ha  incrementado  la  visibilidad  de  ciertas políticas  públicas,  programas  y reglamentaciones  sociales  y medioambientales,  no ha habido  grandes cambios en la política económica y el modelo de crecimiento, sólo en aquellos relacionados con políticas de austeridad  en contextos  de crisis económica.  Este rumbo económico  es incapaz  de generar  pleno empleo y de contrarrestar el empleo precario o las tendencias de crecimiento de la economía informal.
Aunque los ajustes en la política social y medioambiental  pueden tener algunos impactos positivos, por otro lado tienden a ignorar otras dimensiones claves del desarrollo social. Estas incluyen las condiciones de la reproducción social, en particular aquellas relacionadas con la economía del cuidado que impactan de forma  importante  a las mujeres  y las relaciones  de género,  así como  aspectos  socio-políticos  que tienen que ver con el empoderamiento  –no solamente económico sino también político– de los grupos marginalizados. Un enfoque más integral que tiene en cuenta estos aspectos asume que el desarrollo no solamente tiene que ser un proceso económicamente  dinámico, socialmente protector y respetuoso con el medio ambiente,  sino también  justo y emancipador.  También  debe estar basado  en relaciones  de poder que permitan a los grupos marginalizados  tener voz y mayor capacidad de incidencia a través de prácticas de democracia participativa que permitan contrarrestar las tendencias verticalistas y opacas del poder estatal.
Aprendiendo de la historia
¿Qué  formas  o arreglos  organizativos  e institucionales  son  favorables  para  este  enfoque  integral?  La historia política e  institucional  del siglo XX nos enseña que el rol de los Estados, tanto desarrollistas como del bienestar,  así como la acción  colectiva  de parte de trabajadores  organizados  y campesinos, fueron claves para asegurar que los mercados  y las grandes corporaciones  actuaran dentro de normas sociales aceptables. La acción colectiva se llevó a cabo tanto en el interior de las empresas (a través de la negociación colectiva, la libertad de asociación y el derecho a la huelga) como fuera de ellas por vía de la organización y movilización (a través de movimientos laborales y campesinos, acciones de protesta, incidencia, el voto) y de los vínculos con partidos políticos. En algunos países se logró llegar a un pacto social  entre  la  clase  trabajadora  y  las  élites  económicas  dónde  principios  y  prácticas (eficiencia/productividad, equidad/protección   social,  incidencia/participación)   de  alguna  manera  se complementaban. Bajo este modelo, el gran capital aceptó hasta cierto punto –por los menos en algunos países del norte– los principios y las prácticas del llamado trabajo decente.
No  obstante,   este  modelo   de  ‘liberalismo   arraigado’   no  se  preocupó   mucho   por  la  cuestión medioambiental y la situación de la mujer. Promovió un modelo de industrialización y consumo que degradó  el planeta y generó empleo remunerado  principalmente  para los hombres.  En los países del norte, el rol de la mujer se centró en la casa y en el cuidado de la familia, al menos hasta la entrada en vigor de la política neoliberal después de la década de los 70s, cuando se buscó “flexibilizar” el mercado laboral pero sin preocuparse por la carga de la doble jornada (trabajo pagado y el cuidado del hogar).
El reto al que nos que enfrentamos hoy tiene cuatro ejes. En primer lugar, cómo promover el desarrollo sostenible  a nivel micro de organizaciones  y empresas  económicas  en contextos  de flexibilización  del mercado  laboral  y  la  expansión  de  la  economía  popular.  Segundo,  cómo  ampliar  el  concepto  de desarrollo  integral  para incluir  no solamente  aspectos  económicos,  sociales  y políticos,  sino también aquellos relacionados con la protección del medio ambiente y la equidad de género. Tercero, cómo las y los pequeños productores y trabajadores pueden organizarse de manera colectiva no solamente a nivel de sindicatos  en  la economía  formal  y en  las  grandes  empresas,  sino  también  a nivel  de  la  economía popular, incluyendo cooperativas.  Y cuarto, cómo pueden organizarse no solamente a nivel local, sino también como un movimiento que puede incidir en la política en múltiples escalas (municipal, nacional, regional y global) (Bullard y Müller 2012).
Reformas de tendencia liberal
¿De qué manera los gobiernos y organismos internacionales que tienen conciencia de esta problemática están respondiendo? Mientras el concepto y las políticas de trabajo decente siguen siendo una pauta importante dentro del sector formal de la economía, en años recientes han surgido otros enfoques. Éstos se  centran  en  una  agenda  que  abarca  varios  aspectos:  protección  social  (políticas  y programas  que pretenden  apoyar  a  los  más  pobres),  promoción  de  emprendedores,  mayor  apoyo  a  las  pequeña  y mediana  empresa,  empoderamiento  económico  de mujeres  y pequeños  productores,  responsabilidad social empresarial, integración de productores y comunidades en cadenas globales de valor, y promoción de la “economía verde” (que explícitamente vincula objetivos de crecimiento económico, generación de empleo y protección medioambiental).
Aunque cada una de estas medidas puede generar beneficios económicos, sociales y medioambientales, este enfoque no es suficiente para impulsar procesos de desarrollo integral. Sólo añade ‘unas cuantas gotas’ a la parte social y/o medioambiental,  e ignora las dimensiones políticas (de poder), mencionadas anteriormente,  así como otros aspectos  como los patrones  de consumo  (Jackson  2011).  Las políticas públicas de desarrollo socio-económico  a veces priorizan el empoderamiento  del individuo, sobre todo de mujeres  y pequeños  productores  agrícolas,  con el objetivo  de convertir  a productores  de bienes y servicios (de la llamada economía informal) en emprendedores, trabajadores del sector formal o consumidores  e integrarlos  en cadenas globales de valor. Las dimensiones  socio-políticas  se diluyen y tienden a reducirse a algo llamado ‘participación’, pero éstas no son más que prácticas de consulta con determinadas  partes  interesadas.  Bajo  este  esquema,  la  participación  pierde  su  verdadero  sentido colectivo de organización y movilización social que permite a grupos marginalizados a incidir en procesos de toma de decisiones que afectan a su vida así como también de reforzar la capacidad de esos grupos de reivindicar sus demandas con actores e instituciones poderosas (Utting 2012).
La Economía Social y Solidaria
Aparte  de  esta  perspectiva  liberal  existe  otro  enfoque  alternativo  que  está  resurgiendo  en  muchas economías, sociedades y foros de la sociedad civil. Se refiere a la llamada Economía Social o Economía Solidaria (ESS). Esta economía se basa en organizaciones  y empresas que tienen   un doble propósito – económico  y social (y a menudo  medioambiental),  que producen  bienes y servicios  bajo principios  y prácticas  de  cooperación,  asociación,  solidaridad  y  de  satisfacción  de  las  necesidades  básicas.  Éstas incluyen  no solamente  formas  tradicionales  de organización  cooperativas  o sociedades  mutuales  (por ejemplo de salud), sino también asociaciones de trabajadores por cuenta propia, organizaciones  y redes de  comercio  justo  y de  consumidores  ‘éticos’,  grupos  de  mujeres  de  auto-ayuda,  empresas  sociales, iniciativas comunitarias forestales, ONGs que comienzan a generar ingresos a través de actividades económicas, e iniciativas financieras comunitarias (Fonteneau et al. 2011).
A pesar de algunas diferencias de enfoque de estas organizaciones, el concepto de ‘Economía Social Solidaria’ se utiliza cada vez más a nivel mundial para reflejar esta nueva realidad. La ESS abarca organizaciones y empresas que realizan actividades económicas de producción e intercambio de bienes y mercancías con el objetivo explícito de i) satisfacer necesidades de sus socios/as y demandas sociales e ii) implementar principios y prácticas de cooperación, asociación, solidaridad, autogestión y participación. Un rasgo importante de la ESS no es solamente el hecho de que trabajadores y productores individuales se están asociando colectivamente, sino también de que se están organizando y movilizando en redes, asociaciones y movimientos en escalas múltiples, es decir a nivel local, nacional, regional y global.
Este resurgimiento se está produciendo en contextos de creciente empleo precario y múltiples crisis (económicas,   alimentarias,   medioambiental   etc.)  así  como  de  nuevas  oportunidades   y  formas  de expresión cultural, intercambio social y emancipación.  La comunidad internacional, preocupada por la reducción de la pobreza, la desigualdad social y el desarrollo sostenible, debe de tomar más en serio la ESS y apoyar políticas que favorezcan sus objetivos económicos, sociales, medioambientales y de emancipación.
Las ventajas económicas, sociales y políticas de la acción colectiva y de la solidaridad de la ESS ya están bien planteadas en la literatura sobre el tema (Barkin y Lemus 2011, Cattani et al. 2009, Coraggio 2011, Defourny et al. 2009, Heyer et al. 2002, Fonteneau et al. 2011, Laville 2010, Núñez 1996, Sousa Santos 2007). Éstas incluyen las siguientes: primero, la acción colectiva permite a los trabajadores, productores y consumidores  mayor  capacidad  de  movilizar  recursos,  recibir  capacitación,  reducir  costos,  acceder  y competir bajo mejores términos en el mercado. Por ejemplo, economías de escala, mayor poder de negociación  económica,  mejor  acceso  a la información  sobre precios  y mercados  y la posibilidad  de agregar valor a través del procesamiento  o la integración vertical. En segundo lugar, la acción colectiva permite mayor capacidad de incidencia y negociación con organismos e instituciones gubernamentales, donantes y de la sociedad civil. Finalmente, la acción colectiva permite una mayor capacidad de ayudar a otros a través de la solidaridad. La literatura que resalta la importancia de la ‘desmercantilización’  (Vail 2010), indica otras ventajas  que tienen que ver con la protección  social, la protección  de los bienes comunes, y la satisfacción de necesidades básicas. Pero como señala Nancy Fraser (2012), hay que evitar de los objetivos relacionados con la emancipación (de género y etnicidad).
Algunas tensiones a tener en cuenta
En teoría, la ESS aporta múltiples beneficios, pero en la práctica pueden surgir muchas tensiones entre los diferentes objetivos, sobre todo cuando hay intentos de expandir el tamaño de organizaciones y redes. De hecho existe la tendencia de romantizar el fenómeno de la ESS e ignorar varias tensiones que pueden afectar su crecimiento y calidad. Esto se da tanto en la literatura académica como a nivel de incidencia
. En la práctica,  la ESS tiene relaciones  con el mercado,  la empresa  privada,  el Estado y la economía informal (Coraggio 2010). Estas relaciones generan tensiones de diferentes índoles. Además, las organizaciones  de la ESS se insertan en sociedades en las que se dan el patriarcado, el racismo y otras relaciones sociales injustas y esto puede influir en el comportamiento  de la ESS. Un problema clave se relaciona  también  con  el  tema  de  la  confianza  o  el  llamado  ‘capital  social’:  la  cohesión  social,  la cooperación y la solidaridad a nivel de organizaciones y empresas de la ESS dependen en gran parte de relaciones de confianza entre sus miembros. Estas relaciones a menudo se diluyen cuando aumenta el tamaño de la organizaciones, empresas y redes. Otro reto en lo que a acción política se refiere es cómo ir más  allá  de  la  acción  colectiva  a  nivel  local  y  crear  redes  y  alianzas  en  múltiples  escalas  (local, departamental,  nacionales,  regional  y global).  Esto es importante  y necesario  para que la ESS pueda incidir realmente en la política nacional e internacional.
Algunas de estas tensiones se han observado en países tan diferentes como Argentina, la India, Filipinas, Nicaragua y Venezuela, dónde:
- La voluntad de parte del Estado de apoyar a la ESS existe pero faltan capacidad y recursos para implementar  programas,  o se diseñan  las medidas  de apoyo desde arriba sin la participación activa de legítimos representantes de la ESS;
- El apoyo estatal está sesgado hacia ciertos objetivos o tipos de organización (como por ejemplo la promoción   de  la  empresa   social  y  el  microcrédito)   y  puede  restringir   la  autonomía   e independencia de la ESS;
- La voluntad gubernamental se relaciona con el partido en el poder, y no se institucionaliza para
- sobrevivir el cambio político;
- Surgen divisiones en el interior de las redes de la ESS, fragmentando así  el movimiento, como ha ocurrido por ejemplo en el caso del comercio justo a nivel internacional;
- A  medida  que determinadas  organizaciones  o  iniciativas  crecen  la  dinámica “del  buen
- funcionamiento”,  es decir  la confianza  entre  los miembros,  puede  perderse.  Es el caso,  por ejemplo, del ‘trueque’ en Argentina;
- La organización colectiva se queda a nivel local o micro y no se reproduce a otras escalas, caso por ejemplo de muchas grupos de autoayuda de mujeres o el microcrédito;
- La  integración  de  organizaciones  de  la  ESS  en  el  mercado  genera  presiones  a  favor  de  la competitividad y esto contradice los esfuerzos de la ESS para priorizar objetivos sociales y medioambientales, como ha pasado con varias cooperativas;
- Las  mujeres   son  vistas   como   simples   beneficiarias   en  vez  de  sujetos   empoderados,   su participación  en las organizaciones  de la ESS implica mayor carga de trabajo y sus posiciones constituyen la mayoría de los miembros.
Hacia adelante
Este resumen breve sobre el potencial y las limitantes de la ESS puede generar las siguientes reflexiones:
1.   A nivel de la política gubernamental  y de las agencias de desarrollo,  la ESS tiene que recibir mucho más atención y apoyo del que ha recibido en las últimas décadas. Esto se vuelve muy evidente en un contexto como el  actual, dónde se ha generado un amplio consenso sobre la necesidad de “repensar el desarrollo” en contextos de crisis, empleo precario y cambio climático.
2.   La  ESS  no  es  solamente  una  posible  respuesta  a  la  problemática  social  que  surge  con  la flexibilización  del mercado laboral, sino también la que surge cuando el modelo industrial es incapaz de absorber trabajadores de la economía informal urbana y rural.
3.   La ESS merece mayor atención y apoyo como un modelo que puede generar mayor seguridad ante choques externos relacionados con las crisis financieras y alimentarias recurrentes. Si insertamos también el cambio climático en este cuadro de vulnerabilidad,  la ESS apunta hacia modelos de producción y consumo menos dañinos para el planeta.
4.   El resurgimiento  de la ESS en la época  actual  y la incidencia  en torno  a este proyecto  está generando un nuevo movimiento social que está ganando impulso en varios países y a nivel mundial.  La  acción  colectiva  y la  incidencia  en  múltiples  escalas  así  como  una  política  de alianzas  a  favor  de  la  ESS  (Agarwal  2010)  se  vuelven  claves  para  minimizar  las  tensiones, señaladas arriba, que pueden surgir a nivel de la política gubernamental.
Tanto la teoría como la práctica de la ESS contienen lecciones importantes para la clase política. A pesar de experiencias positivas en países como Brasil y Ecuador, muchos gobiernos y agencias de desarrollo no han  otorgado  la  atención  suficiente  a  este  enfoque  de  desarrollo  alternativo.  Repensar  la  política significa ampliar las prioridades que tienden a orientar las políticas de desarrollo. Aún en el caso de gobiernos que han dado un giro social, hay que contrarrestar las posibles tendencias a enfocar solamente el empoderamiento económico de individuos en lugar de la acción colectiva; de promover el empoderamiento   económico   y  no  fomentar  condiciones   para  el  empoderamiento   político;  y  de promover   algunas   medidas   de   protección   social   sin   preocuparse   realmente   por   las   crecientes desigualdades.
Bilbliografía
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Gender and Green Governance. Oxford University Press, Oxford.
Barkin, David y Blanca Lemus, 2011, “La Economía Ecológica y Solidaria: Una propuesta frente a nuestra crisis”, 
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Cattani D., Coraggio J.L. y J.L Laville. 2009. 
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Coraggio, José Luis. 2011. 
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