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La Economía Solidaria como política y estrategia de desarrollo. Políticas públicas, movimiento social y desafíos en Brasil

11 Mar 2013


La Economía Solidaria como política y estrategia de desarrollo. Políticas públicas, movimiento social y desafíos en Brasil
This is part of a series of think pieces by scholars and practitioners working on a broad range of issues within the field of Social and Solidarity Economy. The series is being published iin conjunction with the UNRISD conference “Potential and Limits of Social and Solidarity Economy”. The conference took place on 6-8 May 2013 in collaboration with the International Labour Organization and the UN Non-Governmental Liaison Service.

Este artículo aborda los desafíos actuales de la economía solidaria en Brasil, partiendo de la constatación de que, a pesar de los avances significativos en los últimos diez años, ésta no ha logrado entrar como una pauta prioritaria en la agenda del desarrollo nacional. Explorando los dos elementos fundamentales que la sustentan –la organización de una red de actores sociales que funciona con una dinámica de movimiento social, y el apoyo y fomento de los poderes públicos- se identifican una serie de cuestiones sobre su potencial y su proceso de construcción, mostrando las diferentes visiones y sus implicaciones en los procesos de promoción y construcción de las experiencias.

Ana Mercedes Sarria Icaza es Profesora de Gestión de organizaciones públicas y sociales de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. Cuenta con más de 10 años como investigadora en la temática de economía solidaria y coordinó la Red Universitaria de Incubadoras Tecnológicas de Cooperativas Populares entre 2008 y 2012.

Introducción: avances importantes y nuevos límites para la economía solidaria


Economía solidaria, grupos, asociaciones, cooperativas, formas de producir y consumir que incorporan prácticas de solidaridad, nuevas o antiguas. El debate y la proliferación de este tipo de experiencias se activaron en los años noventa, y al inicio de la primera década del nuevo milenio las perspectivas eran esperanzadoras. La experiencia brasileña aparecía como una de las referencias entre otras en diferentes países, y mostraba un amplio proceso de expansión, tanto desde el punto de vista de su visibilidad y capacidad de organización y articulación, como del apoyo creciente recibido por los poderes públicos.

Una década después, sin embargo, el escenario se presenta menos optimista y estudios apuntan a que, pese a las evidencias de su ampliación en el territorio nacional, el número de experiencias, su visibilidad e importancia no crecen como se esperaba y la economía solidaria se mantiene como una pauta secundaria y una política residual, en gran parte como consecuencia del concepto de desarrollo que prevalece en el país.

Esta situación provoca la necesidad de retomar los principales elementos que han sustentado el avance de la economía solidaria en Brasil para identificar qué nuevas cuestiones, contradicciones, desafíos y perspectivas nos presentan. Consideramos entonces dos ejes que se han mostrado fundamentales: por un lado, las políticas públicas y las diferentes visiones sobre desarrollo, y por otro, el movimiento social y su capacidad de interlocución con el gobierno y la sociedad.

Políticas públicas para economía solidaria: espacio de ciudadanía y visiones de desarrollo


La economía solidaria surge en Brasil estrechamente ligada a las luchas por la profundización de espacios democráticos, integrando así dos dimensiones generalmente tratadas de manera dicotómica: democracia y economía. En las nuevas condiciones de democracia política, globalización neoliberal y crisis económica de los años 1990, las experiencias de economía solidaria que crecieron y se expandieron en el territorio nacional permitieron activar la búsqueda –y el rescate- de formas de solidaridad capaces de contraponerse a la lógica excluyente con la que el mercado funciona. Al mismo tiempo, expusieron las contradicciones y fragilidades de las visiones de desarrollo dominantes, poniendo en práctica otras formas de organización de vida y de producción, haciendo emerger actores sociales donde antes apenas se veían masas empobrecidas a la espera de la modernización. (Sarria Icaza: 2008).

En este sentido, la economía solidaria se constituyó como un espacio de organización a través del cual actores sociales hasta entonces “invisibles” ganaron voz y visibilidad, al tiempo que experimentaban formas cooperadas de producir, trabajar, consumir. Esto supuso nuevas demandas políticas e institucionales que desencadenaron el proceso de construcción de las políticas públicas de economía solidaria, inicialmente implementadas a nivel nacional y en gobiernos locales a partir de 2003.

La estructuración de estas políticas públicas constituyó una innovación efectiva, asumiendo un carácter transversal e integrando tres ejes principales: las políticas de trabajo y empleo, las políticas sociales y las políticas orientadas al desarrollo local. Todo esto fuertemente articulado con procesos de organización social, espacios importantes de construcción ciudadana. Estos elementos, bajo nuestro punto de vista, son los puntos fuertes que han dado la solidez y pertinencia a las políticas, y que destacan cuando se analizan las experiencias más exitosas.

El problema es que, a pesar de la apertura de espacios institucionales, cada vez más las prioridades nacionales se orientaron en otra dirección, siguiendo una política neo-keynesiana que tiene como ejes el aumento del empleo formal, la inversión en la industria, las grandes obras de infraestructura, y la reprimarización de la economía. Esto articulado con políticas sociales de complementación de ingresos para los más pobres, ampliando el consumo de masa y fortaleciendo el modelo de acumulación capitalista. Siguiendo la misma dirección, las opciones de trabajo informal priorizan el auto-empleo y la microempresa.

En este escenario, las políticas de la economía solidaria mantuvieron un carácter residual, complementando tanto las políticas sociales como las políticas orientadas al combate del trabajo informal. Esto genera una contradicción en la interlocución con los actores sociales organizados, pues si por un lado se abren diversos espacios de diálogo y participación, por otro los resultados efectivos traen grandes cuestionamientos y frustraciones.

Suele argumentarse que las restricciones forman parte de las dificultades propias de procesos en que se buscan cambios institucionales, más aun considerando la novedad de la economía solidaria y la complejidad del Estado brasileño. Sin embargo, lo que cabe preguntarse es hasta qué punto se pierde la perspectiva estratégica de alternativa al modelo de desarrollo dominante.

De hecho, el escenario de crecimiento económico, aumento de empleo y reducción de la miseria, esencialmente diferente del que caracteriza el primer impulso de la economía solidaria en los años 1990, provoca nuevas evaluaciones sobre su potencial y evidencia diferentes perspectivas sustentadas por fuerzas sociales diversas inicialmente articuladas alrededor de una propuesta genérica de “economía solidaria como política y estrategia de desarrollo”. Se explicitan así diversas visiones que merecen ser profundizadas y que implican concepciones diferentes de desarrollo para el país.

La primera de ellas, que es dominante entre las fuerzas que componen el gobierno actualmente, comprende la economía solidaria como instrumento de inserción social y económica e identifica como desafío principal el demostrar que los formatos cooperativos pueden ser más efectivos que la empresa capitalista, lo que requiere de aprendizaje y apoyo para dominar los métodos de gestión y las tecnologías, y así estructurar emprendimientos eficientes y viables. Según esta perspectiva se identifican aproximaciones con las demandas de la micro y pequeña empresa, fundamentalmente en relación a la integración al mercado y la garantía de derechos sociales. Se entiende que la economía solidaria se consolidará como alternativa cuando los emprendimientos muestren su capacidad de ampliar resultados y presencia en la economía.

Bajo nuestro punto de vista esta visión es bastante cercana a la visión clásica del cooperativismo, cuyo formato -de hecho- se prioriza. Su problema esencial es que, a pesar de reafirmar la economía solidaria como una estrategia de desarrollo, acaba priorizando su integración en el mercado, dejando de lado procesos importantes, relativos a la construcción de un cambio más amplio en las formas de vivir y consumir. Al mismo tiempo, se menosprecia el potencial de otras lógicas socioeconómicas que, a pesar de solidarias, no están reconocidas necesariamente en el formato cooperativo.

El movimiento de economía solidaria y sus desafíos para hacer avanzar su pauta


Una segunda visión sobre la economía solidaria y el modelo de desarrollo aparece asociada a los actores organizados en el Foro Brasileño de Economía Solidaria, cuyos ejes fundamentales fueron recientemente discutidos en su V Pleno Nacional. Esta visión propone el “buen vivir, la cooperación y la autogestión para un desarrollo sostenible” (FBES, 2012). En este caso, la cuestión no es sólo la viabilidad económica de los emprendimientos, sino también un proyecto de transformación social, de construcción de nuevos modos de producir, consumir, de vivir, en los que no es posible separar lo económico y lo social.

Esta perspectiva se reafirma en los discursos de los diferentes actores sociales y se ha explicitado en puntos de vista discordantes a la hora de formular sus definiciones de política pública, aunque se presenta todavía de una forma muy general y normativa, poco clara en su orientación y estrategias, principalmente en el actual contexto nacional anteriormente mencionado. Esto nos remite a la dinámica y organicidad de los actores sociales que integran el movimiento de la economía solidaria y a su capacidad de movilización y autonomía.

De hecho, la red de actores sociales organizada en el Foro Brasileño de Economía Solidaria ha sido un instrumento fundamental para lograr los avances alcanzados, dando visibilidad a esta pauta, colocándola en la agenda gubernamental y siendo su principal interlocutor. Destaca por su capacidad de articulación en todo el territorio nacional y por la diversidad de actores sociales que congrega, cuya base son los integrantes de las experiencias que funcionan con los más diversos formatos: grupos, asociaciones, bancos comunitarios, fondos rotativos, clubes de trueque, cooperativas.

Sin embargo, después de un período de expansión y de fuerte interlocución para la estructuración de las políticas públicas, las fragilidades se hacen evidentes y presentan nuevos desafíos. Entre ellos destacamos: fortalecer las experiencias en la base, ganar autonomía y capacidad de acción y movilización, articularse con otros movimientos sociales y profundizar el diálogo con la sociedad para legitimar la propuesta de la economía solidaria.

En la última década se invirtió un gran esfuerzo en la incidencia en políticas públicas, en estrecha interlocución con las fuerzas políticas de izquierda que las apoyaron. Con el paso del tiempo, sin embargo, se han ido explicitando las contradicciones de visiones y la necesidad de autonomía para lograr generar los avances estratégicos que la economía solidaria necesita.

Nuevos desafíos para un nuevo contexto


El escenario actual, esencialmente diferente del que caracterizó el primer impulso de la economía solidaria en los años 1990, provoca nuevas evaluaciones sobre su potencial y pone en evidencia diferentes perspectivas sustentadas por las fuerzas sociales y políticas, principalmente aquellas más vinculadas al gobierno y aquellas organizadas en el Foro Brasileño de Economía Solidaria.

Los avances logrados hasta ahora son tímidos, pero permitieron abrir nuevos espacios institucionales y dinamizar un conjunto de experiencias diversas construidas por todo el territorio nacional. El momento actual es especialmente sensible para identificar los rumbos de la economía solidaria y la pregunta que se nos plantea es si ésta será capaz de avanzar como propuesta de transformación social más amplia o bien si quedará restringida a espacios importantes de experiencia cooperativa, que muestren su pertinencia pero acaben quedando subordinados a la lógica económica dominante.


Referencias
Sarria Icaza, Ana Mercedes. 2008. Economía solidaria, acción colectiva y espacio público en el sur de Brasil. Presses Universitaires de Louvain – UCL, Louvain-la-Neuve.

FBES (Foro Brasileño de Economía Solidaria). 2010. Rumo à V Plenária Nacional de Economia Solidária. Economia Solidária: o bem viver, a cooperação e a autogestão para um desenvolvimento justo e sustentável. Questões orientadoras para as Plenárias Locais e Estaduais. Disponible en http://www.fbes.org.br

SENAES (Secretaria Nacional de Economía Solidaria). 2010. Documento Final II Conferência Nacional de Economia Solidária. Conselho Nacional de Economia Solidária: Brasília.



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This article reflects the views of the author(s) and does not necessarily represent those of the United Nations Research Institute for Social Development.